…»Yo me acerqué a la ventana, revisando el paisaje que me ofrecían los pequeños grupos que conversaban aquí y allá, y a cierta distancia en la minúscula pista de aterrizaje, el pequeño avión de Camilo cienfuegos. No se me ocurrió entonces pararme y decirle a todos:
-Miren, este es el avión que estamos buscando, este es el avión de Camilo.
Quedé mudo. Nadie se me acercaba, nadie me hablaba. Fidel iba y venía como si contara los pasos. A la izquierda, otras casas rústicas que me lucieron desocupadas. Pensé que la única regularmente habitada era en la que estábamos nosotros.
Llegaron dos máquinas que habían salido un rato antes, trayendo algunas cosas de comer, que supuse habían adquirido en algún pueblo próximo y penetrando en la casa, fueron a una habitación interior, supuestamente el comedor. Muchos se movieron en igual dirección para participar de los alimentos. Yo me quedé en el mismo lugar, me sentía aislado y confundido y tods, como obedeciendo a una orden que se mantenía en silencio, no pasando de frases a palabras entrecortadas y mínimos comentarios. Sólo los de más rango conversaban en pequeños grupos separados.
Bastante más tarde llegó Raúl Castro con ramiro valdés y alguien más. No hubo saludos, nadie dijo nada. Raúl preguntó por Fidel y, seguido de Ramiro, fue en su busca pues había desaparecido del escenario visible. La presencia e inmediata ausencia de Raúl provocó la atención de todos, el murmullo de cuyos bajos comentarios cobró el tono más alto, pero todo siguió igual, excepto que sólo quedaban al alcance de mi vista los de rango superior y personal auxiliar, todos los «notables» fueron desapareciendo.
Al poco rato, el silencio imperante hasta entonces fue roto abruptamente, comenzando a oirse voces altas, gritos a veces, exclamaciones e imprecaciones, de un tono más alto… oí la voz tiplada de Raúl, como es habitual cuando él quiere imponerse y hacerse oir, puse atención y no oi más a Raúl. El vocerío venía de una de las casas próximas a la residencia en que nosotros estábamos. Hubo unos minutos de silencio, y luego la voz de Fidel, comoexpresando una conclusión que decía: «El pueblo es el que te condena, nosotros no, y te condena porque quieres ser más que yo, y eso lo destruiría todo y se hundiría la revolución».
Después, la voz de Camilo que decía:
-¡Qué carajo la revolución!, si tú sabes que esto se ha jodido por la cantidad de parásitos comunistas que tú has traído al gobierno, y que todas las acusaciones no son más que intrigas de los comunistas con los cuales yo he estado en conflicto desde hace tiempo, y no me soportan, porque no pueden manejarme.
Sonaron golpes como si fueran manotazos dados sobre una mesa, y después un golpe seco, como si un cuerpo hubiera sido lanzado contra la pared de madera. Y un balbuceo de dorticós, que decía:
-Ya ves, ya ves -y se extendía en expresiones que sólo capté a retazos. Otra vez Camilo, que decía:
-Ahí tienes a Dorticós, intrigante número uno, por entregar la revolución a los comunistas, que cuando nosotros luchábamos, era un miserable botellero de Batista, aspirante a aristócrata, que se ha convertido en el abrepuertas del Partido Comunista.»
(Continuará)
Entrevista con Luis Guardia, Peter Corzo, y Jaime Costa, en el programa de Ninoska Pérez Castellón:
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