Leo en El Tono de la Voz que el hecho de participar en las Jornadas de Barcelona de Casa de Amèrica Catalunya ha servido para que algunos escritores cubanos exiliados sepan vivir en democracia. O sea que, debería concluir que aquellos que no aceptamos estar junto a los representantes de la dictadura aún no hemos aprendido a vivir en democracia.
«Que los cubanos que vivimos en democracia hayamos aprendido a ejercerla es uno de los escasos testimonios que conozco de la posibilidad de regeneración de ese pobre país en un porvenir de data incierta.» Pronuncia Jorge Ferrer en un tono muy de su voz.
Esa frase de Jorge Ferrer ya reduce su sentido de la democracia. Porque en democracia yo estoy en el derecho de no aceptar que nadie me manipule, o simplemente de negarme a compartir con los que no quiero hacerlo, incluso, y sobre todo eso -si vemos las manifestaciones de los obreros sindicalistas reclamando subidas de salarios en manifestaciones-, estoy en el derecho de pedir que se me remunere lo que yo percibo por mi trabajo, y no lo que los otros creen que yo debo recibir. Eso es lo que he aprendido en, a ver, del 83 al 89, y del 95 al 2009, en casi 20 años de vivir en democracia. Jamás critiqué a ninguno de los participantes por su participación, lo dije claro, cada cual está en la libertad de hacerlo, y expresé mis respetos por los participantes del exilio que lo hicieron. Mi crítica, quedó clara en mis respuestas, iba dirigida a Casa de Amèrica Cataluyna, a su programación. Algunos me ripostaron que la Casa tenía el derecho de hacer su programación, correcto, y yo tengo el mío a no aceptarla, a protestar, y a intentar tener mi espacio dentro de esa programación, que me he ganado después de una treintena de libros de ficción publicados, de cinco de poesía, de mi trabajo en el cine, de mi curriculum vitae, en una palabra; y no el que me otorguen otros que piensen que yo me encuentro al mismo nivel de un Senel Paz. No, no estoy al mismo nivel humano ni intelectual de un Senel Paz. Jamás firmé una carta en Cuba apoyando fusilamientos, y tampoco firmé aquella carta contra «Los Diez del Bocoy», como los llamó la dictadura, contra María Elena Cruz Varela y compañía, a pesar que ese mismo día me hicieron de la UNEAC, sin consultarme, en cinco minutos y por teléfono con la condición de que firmara dicha carta, cuando había presentado mi candidatura hacía cuatro años, sólo para tener el derecho de poder hacerme un pasaporte de viaje, lo que no acepté. Pero esa es otra historia. Senel Paz, lo recuerdo, también firmó esa carta, en contra de María Elena Cruz Varela y de los demás. Que lo hayan olvidado es otra cosa. Yo no. Pero también creo en el sentimiento piadoso de la vida.
Más adelante Jorge Ferrer acentúa:
«Que estas jornadas contaran con la presencia en las mesas de dos ex presos políticos cubanos, María Elena Cruz Varela, icono de la oposición al castrismo, y Pedro Pablo Álvarez, uno de los presos del Grupo de los 75, residente ahora en Barcelona, es un testimonio de esa batalla que hemos ganado todos.»
Pedro Pablo Álvarez, sindicalista, lleva poco tiempo en libertad, espero que esté aprendiendo lo suficiente de lo que ella significa para los obreros, para los sindicalistas. Las exigencias que cada día un obrero hace a su patrón son la clave de su propia libertad.
¿Qué es lo que hemos ganado todos gracias a esos pocos que se reunieron en Casa de Amèrica? Nada. Otra cosa, en esta lucha, ¿hay excepciones? ¿Es que esa simbología de luchadores anticastristas no le corresponde a los demás también? ¿O sólo a los castristas y a los presos y a los que aceptan proposiciones como éstas? Jamás he escuchado a María Elena Cruz Varela, por mucho que la hayan pinchado en entrevistas, declarar que la simbología de la lucha contra el castrismo le corresponde a unos cuantos solamente, a un puñado que se escoge entre ellos mismos. La lucha contra el castrismo le corresponde a todo aquel que decida ejercerla, haya o no haya estado en las cárceles del castrismo, haya y/o no haya sido castrista, incluso, ya eso lo hemos visto. Porque de castristas devenidos anticastristas, terroristas incluso, está cundido Miami y sus televisiones. ¿Haber estado preso los pone por encima de aquellos que no lo estuvieron pero que han mantenido una actitud firme en contra del castrismo dentro de la isla y en el exilio? Juan Abreu, por poner un ejemplo, no estuvo preso en Cuba, pero asistió a una de las experiencias más penosas que una dictadura puede inflingir a un ser humano, la persecusión, como si de una bestia se tratara, de su mejor amigo, Reinaldo Arenas, y luego la cárcel de su amigo. Todos hemos sufrido en carne propia lo que es la prisión en Cuba, aún cuando no hayamos estado en ella. En primer lugar porque Cuba es una gran cárcel, también he escuchado declararlo a unos cuantos presos políticos que más bien jamás hicieron gala de haber estado encarcelados, todo lo contrario. Mi padre estuvo dos años preso, siempre me pidió que no hablara de eso en ninguna de mis entrevistas, que prefería que nadie lo supiera. Mi padre fue torturado y humillado en la cárcel, nunca le confirmaron por escrito el delito que cometió, su madre fue quien lo denunció al jefe del sector. Y mi padre siempre me pidió silencio, en primer lugar porque su madre se encontraba todavía en Cuba, en segundo lugar porque no le encontraba ningún mérito al asunto en comparación a lo que sufrió Mario Chanes, Eusebio Peñalver, y otros a los que conocí y admiramos él y yo. El mérito de mi padre era levantarse cada día a las cinco de la mañana a coger su camión y a trabajar como siempre lo hizo bajo el rudo invierno de New Jersey y de participar, como siempre lo hizo, en las manifestaciones en contra del castrismo. Una vez mi abuela y mi padre muertos puedo hablar, puedo decirlo públicamente. Pero, ¿el hecho de que mi padre no se haya creído jamás un símbolo de la libertad de Cuba debido al hecho de haber estado dos años en la cárcel lo disminuye? ¿Quiere decir que no lo sea? Él escogió no serlo, pero también eligió tener vergüenza, tal como él estimaba la vergüenza. A mi juicio su actitud no lo demerita. En democracia, todos los juicios cuentan, todas las posiciones cuentan, estoy de acuerdo con Jorge Ferrer en eso. Pero cuando esa democracia ha costado sangre, sudor, y lágrimas, todo se hace más difícil, cuando han pasado 50 años de dictadura sin que todavía nos reconozcan nuestro sufrimiento, y nos tomen a la ligera, sentándonos los unos con los otros, pues ahí difiero, y con los torturadores y con los verdugos, una vez en libertad, no me siento a discutir nada que tenga que ver con el futuro de Cuba ni con el futuro de quoi que c’est soit. Esa decisión creo que debe ser respetada. Esto también debemos aprenderlo. Y reitero que participar y aceptar compartir mesa con un tipo tan cobarde como Senel Paz demerita la presencia de los demás en esa mesa, porque los iguala para los ojos de los demás, de ese público vocinglero a favor de Castro que les asistió.
El hecho es que por el mismo post de Jorge Ferrer me entero que las actividades de Casa se redujeron a canticos y mucho aplausos y gritería a favor del régimen, incluso el público allí presente (todos enviaditos especiales) reclamó a voz en cuello la libertad de los cinco espías:
«Cinco días en los que se habló aquí de Cuba ante un público bronco y muy mayoritariamente favorable al régimen de La Habana. Los debates en torno a las libertades y la economía cubana terminaron en discusiones enojosas, que incluyeron –el primero- vivas a los “cinco héroes” y –el segundo- el estupor de ver a una ponente, Cristina Xalma, defendiendo el sometimiento de los trabajadores cubanos al capitalismo de estado ensayado por el castrismo tardío.»
¿Y por qué no asistió un público en contra de este público? ¿Les parece eso democrático? A mí para nada. Me parece sencillamente otra trampa más. Y por eso, sobre todo, dije no, renuncié a la mezcolanza. Porque el único que salió ganando ha sido el escritor castrista, que regresará con un informe a costa de haberse sentado en la mesa con dos o tres presos políticos y con escritores de una talla a la que jamás llegará Senel Paz (mediocre escritor del terruño guacho) y que le permitirá ganar más prebendas de las que ya ha ganado. Porque a eso siempre nos obligan aquellos que les gusta mezclar, como diría una amiga querida, lejana, pero intacta en el recuerdo, el culo con el aguacero.
Distancia y categoría, también eso es la democracia.
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