Hace unos días recibí este libro de Orlando Rossardi, Casi la voz, Aduana Vieja, 2009, que es la Antología personal desde 1960 hasta el 2008 de este poeta habanero. No me gusta leer la poesía de golpe, lo hago por la mañana, temprano, mientras desayuno, y entonces, de este modo, me quedo todo el día con el sabor de los poemas que leí, no más de dos o tres. Es así que leí Casi la voz, y que lo volveré a leer. El libro consta de varios prólogos, lo siento, pero no he leído ninguno. Los prólogos no son buenos para la poesía si no están escritos por el propio poeta. Los leeré, sin duda, porque en esos prólogos y prefacios hay nombres que admiro y respeto.
La obra de Orlando Rossardi «poética y ensayística ha aparecido en multitud de revistas literarias en Europa, Hispanoamérica y Estados Unidos, donde también ha dictado conferencias sobre teatro y literaturas hispanoamericanas y española.
Durante más de veinte años se dedicó a la radio y a la televisión convirtiéndose en un activo promotor de la literatura cubana en el exilio. Ha publicado ensayo, teatro, cuento y poesía. Es Académico Numerario de la Academia Norteamericana de la Lengua Española y Correspondiente de la Real Academia Española de la Lengua.
Entre sus libros de ensayo destacan los tres tomos de Teatro Selecto Hispanoamericano Contemporáneo (Madrid, 1971), La última poesía cubana (Madrid, 1973) y los seis tomos de Historia de la Literatura Hispanoamericana Contemporánea (Madrid, 1976). Su obra poética antologada extensamente en este libro, se recoge en los libros El diámetro y lo estero (Madrid, 1964), Que voy de vuelo (Madrid, 1970), Los espacios llenos (Madrid, 1991), Memoria de mí (Madrid, 1996) y Los pies en la tierra (Madrid, 2006). Anterior a esta antología mayor del poeta, la editorial Aduana Vieja había publicado Libro de las pérdidas (Valencia, 2008).»
Editorial Aduana Vieja.
CASI LA VOZ
«Poetas, torres de Dios…»
Rubén Darío
Esto que me traigo entre los labios
es casi la voz con que he nacido,
una voz del alto de las mañas mías,
una voz que no descansa ni en silencio,
una clara que truena cuando calla
y que aprende de mí por los suicidios
cuando se echa a andar entre la gente.
Esto que ahora voy contando boquiabierto,
esto que no tiene otro descanso que la dicha,
esto que barrunto como un pez en su corriente,
es el trino, el grito del Sofar, lo convocado,
que se mete susurrando en la garganta
y queda luego mar de espuma en el poema.
Élla con su cuerpo nuevo en su total algarabía,
suelta, pulcra en los más mínimos detalles,
marinera con sus ropas de zarpar por casa.
Poesía de por dentro y de por fuera,
la voz de las edades y la orilla aquella
a la que llego a verdecer la página vacía.
Poema y poesía, beso y vuelo entero,
casi esta voz con que echo fuera la armonía,
como un claro y mío del por qué del mundo.
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