DEL BAILE.
Cuba no es para Estados Unidos un asunto de política exterior, sino más bien un asunto doméstico. Así, más o menos, reproduce el diario español El País la conversación entre Barack Hussein Obama y José Luis Rodríguez Zapatero, ¡qué par! Pues claro que para dos como ellos, Cuba significa tan solo un asunto doméstico. De igual manera Israel, según afirma el mismo artículo, constituye un asunto doméstico para Estados Unidos. Espero que los miembros de la comunidad judía norteamericana que votaron a este señor estén atentos. Zapatero se colocó hace meses el trapito palestino al cuello que representa a los terroristas de Hamas y Obama permite que Irán se apreste a destruir con la bomba atómica a Israel. Cosas de andar por Casa.
Pero la cosa todavía deviene más irrisoria: si Raúl no da el paso, Obama no podría darlo, se dice y se repite en el mismo artículo. Tan doméstico es el asunto, que, amigos lectores, estamos en medio de una fiestecita y no nos hemos percatado aún. Es como un bailecillo retozón entre el dictador y el pichón: tú das un pasito y yo doy otro. Un pasito p’alante, Raúl, pero Raúl sólo da pasitos hacia atrás, porque como su hermano es patón hasta matarse.
Cuba, los cubanos, Oscar Elías Biscet, Darsi Ferrer, y demás presos políticos, para el presidente de los Estados Unidos, son una minucia doméstica, una especie de conga de carnaval; en la que él no se mete si Castro II no la inicia. ¡Qué clase de gentuza estos políticos!
Si Raúl Castro es un tirano de la misma estatura que su hermano –quien aún sigue gobernando desde la sombra-, este Obama es un ñame con corbata al que el camino hacia convertirse en lo mismo que sus parientes isleños (consanguineidad doméstica oblige, ya saben), lo tiene, sin duda alguna, bien trazado.
A veces voy caminando sola, en medio de los parisinos y de los turistas, y reviso en sus facciones algún síntoma, algo que me brinde la clave, de cómo hicieron, de cómo hacen ellos, para detectar el horror. Y me doy cuenta que esa clave no existe, el horror está ahí, en acecho, aún cuando sus antepasados hayan tenido que comerse dos guerras, aún cuando hayan experimentado en carne propia el fascismo o el comunismo, la equivocación forma parte de la codicia de llegar a destruir un mundo para construir uno mejor. ¿Qué mundo mejor? ¿No es suficientemente bueno en el que vivimos?
Es lo que le sucedió a los cubanos hace cincuenta años, creían que Cuba era el peor país del mundo y quisieron cambiarlo. Es lo que les acaba de suceder a los americanos recientemente. Al menos, ellos lo intentaron votación mediante; y esperemos que sepan defender la democracia, y que siempre sea de este modo.
En el peor momento de su popularidad, aventajado incluso por Hillary Clinton, Obama se permite declarar que espera los pasitos del dictador en jefe; o sea, lo que equivale a: necesito, ansío órdenes para obedecer, my chief. Confía demasiado, por lo visto, en ciertas encuestas en las que, al parecer, la nueva oleada de cubanos “inmigrantes” –ya no exiliados, lo que es bien discutible- votaría a su favor plebiscitando su posición en relación a la isla. Obvia o ignora que esa isla ha dado –en toda su historia- algunas cuantas sorpresitas, y que podría convertírsele en un polvorín en sus propias narices. Y lo que es peor, se olvida de los demócratas negros, blancos, mestizos de ese país, que como él pidieron el cambio, y hoy se encuentran en las cárceles o en la oposición. Ese bailecito que se propone emprender con Castro II le podría salir caro.
Ni una sola palabra que denuncie a esa dictadura, ni una sola frase de apoyo a los demócratas cubanos, incluso asume el cierre total de la Oficina de Intereses frente a ellos, y la apertura de patas a la oficialidad. ¿Es Obama socialista? Se preguntan muchos. No, Obama es comunista e islamista. Lo disfraza muy bien, con trajes bien cortados y corbatitas Armani. Es otra época, pero no olvidemos, cómo disfrazó su comunismo detrás de la vestimenta rebelde, y de la barba, y de los collares, aquel “Mesías” de 33 años que bajó de la Sierra Maestra con toda la gloria del mundo (luego nos enteraríamos por Hubert Matos que a la hora de los mameyes, o sea de los disparos, se escondía bajo la falda de Celia Sánchez Manduley, más pendejón no podía ser). Aunque, sí, ya lo sé, a algunos pueblos los despojan hasta de la memoria, y a algunos ciudadanos, a un buen puñado, la ignorancia los sume en el servilismo y la docilidad.
Hemos pasado de ser una nación vejada, víctima de una tiranía que dura 50 años y meses, a ser un temita de nada, una boberiíta ahí, un liíto de salón de baile, de pasos equivocados, o de pasos perdidos.
Cubanos, por favor, la próxima vez, cuando podamos elegir, elijamos a uno que sepa bailar bien. Sería un buen síntoma. Yo he visto bailar a Carlos Alberto Montaner con Linda, su esposa, y no lo hace nada mal. Pero sobre todo, es un gran intelectual, que podría convertir el bailecito de estos dos, en lo que realmente nos ocupa: en un asunto de política exterior. A la espera de que los Biscet, los Ferrer, y demás como ellos, puedan entrar libremente en el baile.
Zoé Valdés.
Leer en El Imparcial Digital de Eufrates del Valle, el testimonio de Yolanda Huerga, Dama de Blanco, sobre la represión en Cuba.
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