Anteanoche (se escribe antes de anoche, pero a mí me gusta así, mi abuela lo decía de ese modo), me tropecé por una calle de Cartagena de Indias al escritor Mario Vargas Llosa acompañado de su esposa Patricia. Hay que decir que Mario Vargas Llosa es un gran amigo de los cubanos; al punto nos abrazamos, y me repitió la frase que siempre, siempre, me dice cuando nos encontramos: «Ganaremos, ganaremos». Y en ese «ganaremos» aprecié su implicación en la tragedia cubana.
Ayer, al mediodía, asistí al conversatorio que dio el escritor peruano en el Teatro Heredia, presentado por el escritor Héctor Abad Faciolince, con el teatro abarrotado. Fue un dúo magistral, y Vargas Llosa hizo gala de su sinceridad, de su sencillez, de su extraordinaria inteligencia y de su innegable don de conversador. Desdichadamente tuve que partir antes de que se acabara, porque yo misma debía presentarme en una entrevista televisiva; pero me contaron que, cuando le preguntaron sobre Fidel Castro cantó las cuatro verdades, y subrayó «es un caudillo».
Gracias, querido Mario.
Dentro de un rato Mario Vargas Llosa brindará una segunda conferencia al público cartagenero, quien lo pidió, ya que ayer las colas le daban la vuelta al teatro, y los lectores esperaron desde las diez de la mañana para entrar a las 12 y 30.
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