DE LA JERGA CASTRISTA DE LA DIZ QUE« DISIDENCIA ».
Oscar Espinosa Chepe publicó un artículo en Cubanet (el que seguro le remunerarán y muy bien, tal como ellos siempre exigen, él y su mujer) en respuesta a lo que yo he dicho sobre una Carta de 74 “iluminados opositores cubanos” que piden que Estados Unidos le de créditos al régimen castrista, todavía más, no les basta con los créditos que les da Europa y el resto del mundo, y además exigen que dejen viajar a los turistas estadounidenses, como sin con el resto de los turistas del mundo no les fuese más que suficiente. Voy a responder a Oscar Espinosa Chepe, aunque hace tiempo me propuse no responder a ningún representante de la tiranía de los hermanos Castro, lleve el disfraz que lleve.
En primer lugar, el término de “talibanes” lo empleó Jean-François Fogel en relación a los jóvenes castristas como Hassán Pérez, Roberto Robaina, y a los hijos de los Castro, en un excelente artículo en El País, que luego reprodujo Le Monde, para designar a una generación, situada en el poder, que como no poseía un pasado histórico, y por lo cual necesitaba apelar -y actuar- a un presente histérico, donde, demostrarían ser, a base de discursos gritones, más castristas que Castro, para que los Jefes creyeran en ellos, y de este modo ganarían más puntos que cualquier otro militante, y nadie se atrevería a dudar de su entereza revolucionaria.
Oscar Espinosa Chepe salta, en su maltrecho artículo, de ahí al odio que tenemos los que descalificamos –según él-. Me recuerda cuando Alfredo Guevara, Abel Prieto, y otros de la incultura castrista, se referían a Reinaldo Arenas o a Guillermo Cabrera Infante, en privado, con diplomáticos extranjeros que le hablaban bien de estos escritores. La respuesta invariablemente era la misma: “Sí, podrán ser buenos escritores, pero llevan demasiado odio dentro”. El odio; también a mí me han atacado con ese truco del odio y de la pornografía y lo soez. Bien, puedo decir que, en tiempos pasados, dentro de Cuba, sentí la misma ira y rabia que, supongo yo, han sentido las víctimas del fascismo y del estalinismo; en la actualidad, sin embargo, ya ni siquiera, ahora lo que siento es una profunda pena, y hasta lástima, por gente como Espinosa Chepe y su mujer, antiguos estalinistas. Por cierto, por este artículo que estoy escribiendo nadie me paga. Cubanet debería hacer lo mismo con ellos, a ver si aún sin pagarles se deciden a escribir sobre Cuba, porque entre otras cosas, somos los exiliados los que defendemos y pagamos con nuestros impuestos instituciones que defienden y sostienen la causa de los periodistas, de los verdaderos.
Seguimos, después del tema del odio y demás, el señor Chepe –más conocido por “Cheque”- cree él que profundiza, al menos lo intenta, en que las autoridades castristas están en desacuerdo con las invitaciones de algunos artistas al exterior, o sea a Estados Unidos, como Silvio Rodríguez, etc, del mismo modo que los extremistas de Miami. Bien, ahí es donde me da una profunda lástima este camarada, porque ahí es donde se le sale la pluma, y me retuerzo de la risa ante tan burda manipulación. Para nadie es un secreto que durante años los castristas han usado a los artistas que se han dejado, como embajadores del castrismo. Para nadie es un secreto que las jornadas culturales organizadas en Italia, en Brasil, durante los años ochenta, constituían un plan del Ministerio de Cultura y de Alfredo Guevara para expandir la ideología castrista en Europa y en América Latina, lo que han conseguido a través de algunos artistas, como se está viendo que está sucediendo con la gira de Silvio Rodríguez por Estados Unidos.
Esto lo sé porque, como he explicado ampliamente en este blog, y en mis libros, a los 23 años trabajé por contrata en la Oficina Cultural de la UNESCO, durante 5 años, como esposa acompañante de un diplomático “a la carrera” y no de carrera, escritor, y sí, por compartir cama con gran gusto y sana distinción, ya que se trataba de mi esposo, con este señor, estuve en el meollo de ese grupo que trabajó con Alfredo Guevara. Después trabajé como acompañante de invitados al Festival de Cine de La Habana (sobre todo franceses, Michel Legrand, Erick Bertok, Dominique Sanda, Agnès Vardá, entre otros), escribí un guión, fui premiada por el mismo, llevaba años escribiendo como colaboradora de revistas, como Control, revista para diabéticos, Alma Mater, publiqué un artículo en Bohemia, tres en Granma sobre La Habana Vieja, y algunos poemas en Revolución y Cultura y en El Caimán Barbudo, etc. Había trabajado en el Diario de Carlos Manuel de Céspedes, en el Museo de la Ciudad, en lo que fue mi práctica social de estudios, y llegué a ser jefa de redacción de la Revista Cine Cubano, sustituyendo al periodista y escritor Antonio Conte (hoy periodista de Cubanet en Miami, por cierto), luego fui vicedirectora de la revista. Todo esto en cuatro años. Así que lo que yo trabajé para el castrismo fueron solamente nueve años; jamás fui militante de nada, y tengo testigos de que cuando todavía Chepe y Leyva ni soñaban con ser disidentes y se encontraban muy cómodos y felices como militantes castristas, ya yo andaba escondiendo películas contestarías como la de Daniel Díaz Torres, citando a la prensa extranjera para conferencias de prensas clandestinas y sorpresivas, y ayudando a los cineastas underground que existían en la sociedad contestaría joven cubana, marginados y perseguidos. Por eso yo también lo fui, por eso me enfrenté al poder, cara a cara. Pero muchísimo antes, a años luz que ellos decidieran ser “opositores”. Nunca nadie me pagó por ello, ni hice de tales hechos una carrera para escalar posiciones sociales en la disidencia interna ni externa. Escribí, no una novela, varias, y veintitantos libros publicados más tarde, traducidos a varios idiomas, creo que me he ganado el derecho a opinar sobre mi país, y no permito que nadie me calle la boca. Y me expreso de la manera en que, a mí, escritora, me dé la gana de decirlo, en el tono que sea; porque para eso vivo en democracia.
Encima, el señor Chepe saca un dato curioso, que seguramente ustedes han olvidado, pero que los segurosos que se encargaron del tema no lo habrán olvidado, entre ellos Erick Valdés Martínez, al que encargaron de repartir a la llegada en el aeropuerto a los periodistas de Miami, como si de una homilía se tratara, un artículo mío: Cuando Juan Pablo II fue a Cuba, El País me pidió un artículo, y yo lo escribí basándome en el testimonio de un amigo del Papa, al que conocí, fue mi editor, y quien cuenta en su libro Le Livre de L’Homme, de Bruno Durocher (lo he presentado antes en este blog), que Wojtila, que había estudiado con él, siempre quiso ser actor, que fue en su juventud bastante mujeriego, y hasta pajero (esto me lo dijo personalmente, y no solamente a mí). A mí esa información me dio mucha risa, como supongo a cualquier persona, y me dio la idea de un hombre sumamente humano que había llegado a ser Papa, y en el artículo, increpaba al Papa, por el hecho de viajar a Cuba. Durocher estuvo de acuerdo, es más, me confesó al leerlo, a Wojtila le gustará, al Papa, no sé. Chepe entonces, con esa memoria de elefante muy propio de los policías –no digo que él lo sea, líbreme Dios-, saca a relucir el tema, sin calcular que no todos vivimos en una torre de marfil de la disidencia como es su caso, que los que vivimos en el exilio viajamos, conocemos personas interesantísimas, amamos y respetamos de otra manera, y somos cultos a matarnos.
Sobre todo los escritores, no tenemos que darle cuenta a nadie de nuestros actos de palabra, porque la palabra es nuestro resorte, nuestra vida, nuestro universo, y las usamos libremente, sin compromiso alguno político, como no sea el de escribir, y hasta herir, primero a nosotros mismos. Además, yo no aspiro a nada como no sea seguir siendo lo que soy, punto. Y tengo derecho, como cubana y como escritora, a escribir como me dé la real la gana. Es curioso, pero debería saberlo, él que tanto se roza con Reynaldo Escobar (su nombre siempre fue con y griega, que yo recuerde), por cierto, en la época, Escobar se moría por conocer a Alfredo Guevara, de hecho lo conoció gracias a Manuel Pereira, y también ansiaba entrar en el círculo de Guevara, con la intención de poder viajar, como cualquier cubano ansioso de escapar. Lo mismo debe pensar de Leonardo Padura, quien durante años fue alto funcionario de la UNEAC, nada más y nada menos; entre otros.
Pero Chepe no ataca más que a mí, debe ser que se lo han murmurado al oído, el hombre que murmura al oído de los caballos, o de los perros, y le han bajado esa directiva, porque su artículo se condensa en responderme, a mí solamente. Ah, claro, también a otros del exilio, pero solo se refiere a los que viven “soezmente a la sombra de la Tour Eiffel”, seguramente ha leído demasiada mala literatura proveniente de los blogs de El Nuevo Herald. Desdichadamente yo no vivo “soezmente” como vivieron Arthur Rimbaud, Jean Genet, Jean Rhys, y Doris Lessing, entre bastantes otros, aunque ya me gustaría, y mucho. Yo vivo de mi trabajo como escritora, de mis traducciones, de mis conferencias en universidades del mundo entero, soy Chévalier de las Artes y de las Letras y Doctor Honoris Causa de la Universidad de Valenciennes, en Francia. Condecoraciones que nadie me ha regalado o comprado con el dinero del petróleo chavista o árabe, me las he ganado con mi prestigio, el prestigio de mi trabajo. Tengo magníficas relaciones con altísimos representantes del gobierno francés, y de otros de la UE, y también las tengo con escritores relevantes, y con cuatreros de la calle, que para mí poseen un valor incalculable. Lo que sí no tengo es amistades con traidores y vendepatrias, eso, lo repito, lo aprendí con Carlos Manuel de Céspedes en sus últimos diarios de campaña en San Lorenzo. Lo que no quiere decir que me haya equivocado alguna vez y les haya cedido espacio y hasta cama, pero ya tengo 51 años y sólo me dedico a lo que de verdad vale la pena, a mi familia, y a la libertad de Cuba, algo que le prometí a mi madre, en su lecho de muerte, y lo voy a cumplir hasta el final de mis días, o hasta que vea a Cuba libre. ¿Quién era mi madre? Una mujer que trabajó toda su vida como camarera, con mucha dignidad y honor, y que todo lo que hizo, lo hizo para que yo pudiera estudiar y ser feliz.
Siento aclararle a Chepe que no vivo bajo la sombra de la Tour Eiffel, me gustaría, y ahora que él lo dice, empezaré a buscarme algo por allí, no alquilado, comprado. Vivo al pie de La Bastille, comme il se doit en una rebelde como lo soy yo, pero aún mejor, vivo frente por frente al banco donde Bouvard y Pécuchet se encontraron al inicio de esa maravillosa novela de Gustave Flaubert, frente a ese mismo banco del Boulevard Bourdon; soy codueña de una galería de arte con Ricardo Vega, situada a unos pasos del Beaubourg, y hemos hecho una productora de cine. Todo eso con nuestro esfuerzo. Yo salí definitivamente de Cuba con 35 años. Nada de eso se lo debo a Chirac, ni a Sarkozy, y mucho menos a Chacumbele I ni a Chacumbele II. Mi casa me la he comprado yo, y está pagada, no le debo nada a nadie, así es con todo lo que tengo. Jamás he cobrado por ningún acto social a favor de la libertad de Cuba. Y jamás he vivido de mi exilio, ni de ningún cuento de disidencia, he trabajado muy duro, en lo que sea, sin miedo, y jamás he pretendido vender mi país al mejor postor. Porque no creo que ese país pertenezca a nadie, ni tampoco yo pertenezco ya solamente a esa isla. Soy cubana, francesa, española, irlandesa, y china. Pongo al chino en último lugar, porque aún con toda esa mezcla que llevo en mi sangre, en la actualidad me siento más china, en relación a una cultura milenaria, sabia, y paciente.
Los cambios que los 74 han querido iniciar dentro de la isla no son los que han elegido todos los cubanos, son los que está imponiendo el castrismo; hay que ser ciegos para no querer ver que desde hace rato, estos 74 –algunos ni siquiera sabían que habían firmado por ellos-, están llevando a cabo un plan para alargar la vida del castrismo, a través de un raulismo light, donde, entre otras lindezas, las cubanas podrán aspirar a casarse con los estadounidenses, y los cubanos a vender tabaco por debajo del tapete, Fariñas dixit. Si ese es el futuro que ustedes desean para Cuba, sepan que no todos los cubanos anhelamos ese futuro, que no es más que una continuidad del castrismo puro y duro. ¿Cómo les llamaban a los que como ustedes actuaban de tal modo en el siglo XIX?: Vendepatrias, y lo que es peor, traidores. Voy a añadir otro: Castristas, tan sencillo como eso. Ustedes están en el derecho de proponer, y otros de disentir, y a la inversa. Eso se llama democracia.
La isla no es de ustedes, la isla pertenece a todos los cubanos, de dentro y de afuera, y también y sobre todo a los hombres que hoy están presos en las celdas tapiadas, a los hombres que han defendido con sus vidas ese país. No ha sido el exilio el que ha dividido a la disidencia, han sido ustedes con esa carta. Ha sido Miriam Leyva quien desde hace rato intenta explotar el movimiento de las Damas de Blanco, por algo será. Informaciones éstas que salen de Cuba, porque mis fuentes de información son las que llegan al exilio desde dentro de Cuba, y de disidentes que luchan dignamente, y que notan cómo ustedes han querido ponerles el pie encima.
Resulta curioso que en lugar de luchar porque los cantantes del exilio vayan a Cuba, a su país, a cantar, así como los artistas del exilio, ustedes apoyen que a la inversa sean los artistas que representan y divulgan la ideología castrista los que viajen a Estados Unidos a promocionar esa ideología y a exigir la liberación de los 5 terroristas en lugar de reclamar la liberación de los presos de conciencia cubanos.
Por último, no tengo nada de qué arrepentirme ni de qué avergonzarme. Presiento que ustedes sí, cada vez más.
Zoé Valdés.
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