Vaya, vaya. El policía suicidado había sido interpelado por la DSE, seguro con la intención de «regañarlo y llamarlo a contar» por la muerte de Juan Wilfredo Soto García. Y como que ya el policía está suicidado, pues no hay caso, no hay rabia, se acabó, no hay más culpable.
Qué curioso, siempre que hay un muerto, Fariñas, el sicólogo, es el que soluciona y zanja el tema. ¡Bárbaro!
Allá el que quiera seguir chupándose el dedo.
Ah, por cierto, me gustaría tener el nombre del policía y los teléfonos de los familiares para entrevistarlos, a ver, por curiosidad, qué dicen. Espero que no se me suiciden en masa antes de que yo los llame.
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