¡Ríanse, aplíquense!
Un señor muy mayor, alemán de origen, y francés de trayectoria (los franceses se pasan la mayor parte de su vida incómodos y airados), escribe un panfletito de nueve o doce páginas, hay que aclarar que la amplitud del texto varía según la tipografía de la letra que le ponga el editor, lo que da igual, donde exige a los jóvenes que se indignen, entre signos de admiración. Y no sólo esa entrevista, que no es ni siquiera un ensayo, pues se trata de una sencilla entrevista que le hicieron a Stéphane Hessel, que es como se llama este señor, se convierte en uno de los folletos más vendidos de la historia, además resume una situación que no es real, pues no ha sido vivida de primera mano por alguien que debido a su edad se halla bastante aislado de la verdadera actualidad y no puede ejercer el periodismo como lo hace un periodista en ejercicio. Hessel al parecer vive distante de los verdaderos intereses del mundo, suponiendo que estos intereses sigan siendo los de la paz, además de que con toda claridad el documento azuza a la violencia radical.
En Madrid y en toda España, así como en Israel (este señor se enfrenta a Israel, el único estado democrático de la región y se sitúa del lado de Hamas sin ninguna crítica al terrorismo, ni nada que se le parezca, sólo por quitarle la razón a Israel y dársela a Palestina, que así son estos ancianos, a los que habrá que reconocerles eternamente su curriculum vitae durante la 2da Guerra Mundial, pero que también se equivocan y no acaban de entender el nuevo mundo, que trata de alejarse de los conflictos políticos para colocarlos en el terreno religioso) las manifestaciones de indignados han conseguido encolerizar a buena parte de los ciudadanos trabajadores que no tienen ninguna culpa de lo que les pasa a ellos, ni a nadie. Los políticos, sin embargo, los políticos de izquierda, los verdaderos culpables de la crisis, siguen tan campantes.
El hecho es que la indignación que propone Hessel ha llegado a Londres y se han quemado edificios y se han destruido con alevosía los pequeños comercios. Los espectáculos son dantescos, propios de los de una guerra. Puro odio, pura violencia. Entre los que han provocado esta guerra, ya no podemos seguir llamando disturbios a estos accidentes ocurridos durante el fin de semana y el inicio de esta otra, se hallan niños de nueve años, adolescentes y jóvenes. Son personas que deberían reír ante la vida, vivir a fondo, divertirse, ya que están en la edad en la que se supone que la vida les sonría también a ellos, en que la vida les sea generosa. Pero la vida no es afable con ellos. Sus padres no pudieron llevárselos de vacaciones, han perdido los trabajos, y la pobreza los ha tocado de cerca; para colmo el mundo se ha abaratado de tal manera, que todo lo que necesitas adquirir se fabrica en China o en Paquistán. Y nada de lo que fabrique un inglés, un francés, un alemán, merece su precio, porque todo el mercado se ha reducido a baratija china. Comes chino, te vistes chino, y dentro de poco el mundo será chino, o sea sinocomunista. Y frente a eso los jóvenes londinenses han decidido resistir, e indignarse. Hubiera sido preferible que rieran, que vivieran, pero el odio inculcado por un anciano, que ya vivió lo suyo, a través de un panfleto de mierda, les ha llegado, y ellos lo han interpretado a su manera.
Es una pena que ese panfleto no llegara a Cuba, a ver si los jóvenes cubanos se indignarían de igual manera que los jóvenes ingleses, en contra del régimen. Pero claro, el anciano no menciona para nada a la dictadura castrista, ¿por qué? Porque está en sintonía con ella, al igual que uno de sus intrigantes aduladores, el periodista Ignacio Ramonet, que entrevistó cien horas a Fidel Castro y lo mismo ha hecho con Hugo Chávez. No les interesa la libertad de los cubanos, les interesa el régimen castrista y su eternidad en el poder. Son gente que en vez de proteger y querer cambiar el mundo de otro modo, sobre todo ellos, que sufrieron y lucharon contra el verdadero odio, el del fascismo, quieren que la gente se defienda con otro odio, todavía más desmedido, el del comunismo, el de la ultraizquierda radical, el odio que más víctimas ha dejado sobre la tierra, aún no reconocidas como se debiera. Estoy segura que el viejo Hessel admira al viejo Castro. Del mismo modo que el viejo Fraga es compinche del viejo Castro.
Londres entonces ha caído también bajo el influjo del odio. Sólo que este odio es el odio xenófobo, el mismo que Hessel tuvo que afrontar, pero tal vez, como es tan anciano, ya ni siquiera lo recuerde.
Sigo pensando que la solución a nuestros males actuales debería ser otra, opuesta al odio y a la indignación, que los jóvenes deberían reírse, burlarse de los políticos, y sacarlos de la actualidad por la vía de las urnas con nuevas propuestas. El modelo económico del capitalismo es el único que ha probado que funciona hasta ahora, el modelo de los partidos políticos es el que se debería cambiar, pero con humor, con libertad, con ansias de vivir a plenitud en los años en los que a la juventud le corresponde hacerlo. Nada de ¡indignaos! No, ¡ríanse, aplíquense! ¡Piensen y propongan otros modelos políticos que no sean el de la ultraizquierda y su contrario! ¡Ábranse verdaderamente a nuevos proyectos de pensamiento y no se refugien en los viejos y roñosos pensamientos de la ultraizquierda y su resentimiento histórico!
Zoé Valdés.
Publicado en El Economista.
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