De las malas comparaciones.
Hace poco lo decía yo en un post de este blog, algunos cubanos son tan volubles e ignorantes, tan poco sensibles al dolor ajeno que pecan de ombliguistas con una vanidad inaguantable. Lo decía: un cubano puede ser tan insustancial que en el camino hacia el remendador o zapatero ante la noticia de que su madre ha fallecido, vacila entre seguir a reparar la cambrera del tacón partida o desviarse a la funeraria. Es lo más parecido a analizar una boutique habanera, ya me dirán dentro del contexto actual cubano qué importancia histórica, social y filosófica tendría eso, y de ahí redirigirse a comparar los derechos y deberes (que también los tiene esté en la situación que esté) de las mujeres con el horror que se comete a diario en África y en muchos países occidentales (a escondidas de las leyes que rigen esos países) en contra de las niñas de entre nueve y doce años cuando se les practica, diz que por asuntos o compromisos religiosos, la ablación del clítoris. Muchos de los que practican este salvajismo infringen esas mismas leyes cuando se dedican a beber como cosacos, entre otros deslices. La humanidad no debería permitir éste ni ningún tipo de horror en nombre de ninguna creencia, cualquiera y del género que sea.
Desde hace más de quince años me manifiesto y estoy en contra, de manera práctica, en contra de la ablación femenina. Lo he discutido en conferencias, en programas televisivos, radiales, etc. En uno de esos programas compartí micrófono con una escritora africana que también se manifiesta o lo hacía en contra de la ablación del clítoris en las niñas africanas. Sin embargo, después me enteré que ella misma había practicado la ablación a sus hijas. Es también muy parecido a querer viajar, desde Cuba, después de haberle quitado la oportunidad a un hijo suyo de vivir en libertad y democracia, al regresar a la isla desde Europa, y desde uno de los países más ejemplares de este continente.
No creo justo, y mucho menos adecuado, mezclar la ablación del clítoris con los derechos de los cubanos. Ni ponerlos en una balanza para explicar o razonar públicamente que aunque a las cubanas no nos quitan los clítoris tenemos derecho a defender nuestros derechos, y deberes (añado yo). Los cubanos y todos los seres humanos del planeta tienen derecho a defender sus derechos. Los derechos de los niños, los horrores que se cometen en contra de los niños, ya sea privándoles del clítoris, como privándolos de vivir en libertad, no deben ser mezclados con los deberes que tienen los adultos y que deberíamos exigirnos, en este caso los cubanos, de luchar por una Cuba libre y democrática, sin dictadores, y sin los herederos de esos dictadores que puedan recobrar el poder y continuar la línea dictatorial de sus antecesores.
Así que las comparaciones, en cualquier caso, han sido desafortunadas. Los niños son niños, nada hay que exigirles ni imponerles, los adultos tienen otros derechos y deberes, aunque primero que nada deben cumplir con los deberes que imponen los hechos de que seres indefensos y desprotegidos que desean vivir en libertad no pueden defender por sí solos. Agrego que las instituciones bajo el poder de una dictadura pueden derrumbarse de manera más radical que las religiones que llevan siglos asesinando a inocentes. La diferencia estriba en que los activistas reconocidos como defensores de la democracia y de la libertad deberían conocer la historia y el origen de la causa que los motiva, y no erigirse en nada más allá de lo que no pretenda pensar más en la libertad de todos que en la trayectoria o trascendencia personal o individual.
Zoé Valdés.
Deja una respuesta