Los restaurantes de Douglas Rodriguez no son nada del otro mundo. Comencemos por lo obvio: su ALEJAMIENTO -a propósito- de lo cubano. No se atreve a tener un restaurante cubano, siempre lo disfraza bajo la carpa de lo “PAN LATINO” o “NUEVO LATINO” como si le avergonzase de algún modo el gentilicio. En New York tuvo Patria y Chicama (ambos vagamente latinoamericanos, con algunos platos cubanos pasados por agua), Yuca en Miami (que a mi juicio era pseudocubano) y algunos otros, ahora tiene restaurantes vagamente latinoamericanos en Philadelphia, Scottsdale y en Miami Beach. No es ni siquiera “Nuevo Cubano” o maravillosamente étnico como un buen par de restaurantes chino-cubanos de New York City. A la mente me vienen La Caridad en el Upper West Side, otro en la calle 14, si no mal recuerdo, y uno que había en la calle creo que 60 o 61, en el Upper East Side.
Dicho esto, si sus padres no hubieran venido a los Estados Unidos (a lo mejor tampoco entienden mucho, como los ancianos de Miami según sus mismas palabras) él no tendria cuatro restaurantes, trabajaría en un hotel en Cuba, fachándose los trozos de jamón seco y los pollos viejos para tener un mísero Paladar en una casa cayéndose a pedazos. Claro, la miseria tropicalista vende bien en New York, Philadelphia y otras metrópolis americanas, pero vivirla en el trópico castrista es otra cosa.
Quizás estaría loco por venir a cocinar a los Estados Unidos, soñaría con New York, y estuviera el día entero remaldiciendo la hora en que lo parieron en Cuba y pidiéndole a amigos que se fueron recetas para hacer de todo, desde pan a pizza, libros de cocina, sartenes, y hasta especias.
O estaría cocinando claria para su familia, y cagándose en la hora en que sus padres no se fueron de Cuba.
Pero no. ¡¡¡Está en la YUMA!!!! Y entonces va a Cuba, a ponerse un ridículo sombrero y a sudar como un condenado, y a hacerse el más cubano que los mismos cubanos. Pero ya dije ridículo antes….. eso es precisamente, que si no fuera tan ridículo fuera cómico. Es más bien tragicómico.
Conozco a alguien con un pequeño Paladar en el Vedado. ¡Ah, pero es tremendo gusano! Quizás por eso no se empata con una invitación de Douglas. Ni falta que le hace. O quizás invita a chefs ante los cuales puede sentirse superior, no me extrañaría. Es la colonización del cubano por el cubano. Cosa habitual, parece.
Asia de Cuba, con magnífica cocina experimental ha cerrado, sino lo recomendaría a todos, pero ¡La Caridad existe!.
No Alma de Cuba, que no está en Philadelphia pese al restaurant del mismo nombre “by Douglas Rodriguez”. El alma de Cuba no se dónde estará, pero no está en ese restaurant con un dueño que va a servir de “side show” en una bienal de arte castrista.
Aparte de La Caridad, estos son otros restaurantes chino-cubanos de New York, donde pueden comer como reyes:
Y para el round-up completo vean esta lista.
Charlie Bravo.
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Nota mía:
El concepto mismo de Paladar no es cubano, es brasileño, nacido de una telenovela brasileña. Sin embargo, el concepto de las fondas cubanas, o chinas, como bien ha señalado Higinio Fuentes, es el que debería ser retomado; pero ese país ya ha dejado de ser hasta cubano. Por eso al chef latino le viene tan bien.
Nunca fui a comer a Patria, pasé varias veces por ahí en automóvil, con mi hermano y con mi padre, pero a mi padre no le gustaba, y mi padre tenía tremendo olfato. Además, ¿cómo se le puede poner a un restaurante Patria? Hay que ser tarado.
Yo recomendaría Zafra, su dueña acaba de ganarse el más importante premio de alta cocina en Estados Unidos. Tiene otro restaurante que no conozco todavía, Cucharamama, que todo el que lo ha visitado concuerda en que es delicioso.
Viendo el video del cocinado ese de la Bienal con Douglas Rodríguez y el dueño de La Guarida (hay quienes dicen que es una verdadera guarida, que tiene cables y micrófonos hasta en los mondadientes, los pusieron cuando llevaron a la Reina de España a aquel tugurio folclórico) yo no me comería absolutamente ni un frijol envuelto en caviar y rociado con champán (les estoy dando una receta), por una razón muy sencilla, se ve a la legua que ahí no hay el más mínimo requisito de higiene para cocinar, y de ese sombrero cheísimo que todo el mundo ha señalado las gotas de sudor deben caer como una pila abierta sobre los «manjares».
Aunque comprendo el hambre ambiental que obliga a los que allí vi a devorar todo lo comestible que se les ponga por delante.
Zoé Valdés.
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