Hasta nunca, pobre cómplice.
Leonardo Calvo Cárdenas.
Historiador y politógrafo.
Varias instituciones oficiales le rindieron un homenaje a modo de despedida al señor José Juan Ortiz Brú, quien concluye su misión en Cuba como representante del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF).
El señor Ortiz Brú, de origen español, agasajado como un entrañable amigo por su dedicación a promover en nuestro país el bienestar de niños y adolescentes, visiblemente emocionado aseguró a los reporteros de la televisión que se llevaba a Cuba en el corazón.
Hay que reconocer que este experimentado funcionario de la Organización de Naciones Unidas (ONU), con amplia trayectoria en varias agencias y diferentes países y de declarada filiación comunista para más señas, durante sus seis años de misión fue uno de los más activos y visibles representantes de la organización en Cuba, los que por cierto se caracterizan por una incondicional alineación con los intereses del gobierno y un total desprecio por las inquietudes y necesidades del pueblo cubano.
Durante su estancia en la Isla el funcionario participó en numerosos eventos y proyectos, pero siempre dejando claro su estrecha y privilegiada relación con las autoridades al punto de nunca emitir un señalamiento u opinión crítica acerca de la realidad de los niños y adolescentes en Cuba.
Estoy plenamente consciente de que los funcionarios de la ONU deben lograr la mejor comunicación con las autoridades en plaza para viabilizar el mejor cumplimiento de sus misiones, sin embargo los representantes de la ONU en Cuba exageran en tanto no prestan la menor atención ni a los requerimientos de los ciudadanos o instituciones independientes ni a los muchos problemas y traumas que desde la compleja realidad social conectan con los valores y principios que definen a la máxima organización global.
Muchas veces las visiones de la realidad cubana emitida por los representantes de la ONU en la Isla se diferencian diametralmente de las valoraciones que realizan sus agencias en Nueva York o Ginebra.
Durante su misión en Cuba el señor Ortiz Brú se deshizo en elogios para la acción gubernamental en cuanto a la atención a la niñez y la juventud sin darse por enterado de los muchísimos problemas, traumas y carencias que afrontan los niños cubanos a tenor de la compleja realidad socioeconómica del país y sobre todo de las posiciones políticas de los gobernantes cubanos.
En primer lugar hay que señalar que el agasajado funcionario no se dio por enterado, ni se hizo eco, al menos públicamente, del reclamo reiterado que exige del gobierno cubano reconocer los diez y ocho años como patrón de mayoría de edad. Mucho menos se atrevió a señalar a las autoridades como promotores desde el Estado del trabajo infantil al incluir labores productivas en los programas de educación exclusivamente estatales.
Como representante de la UNICEF el señor Ortiz fue cómplice de la tergiversación y manipulación de la difusión en Cuba de la Convención de los Derechos del Niño de la cual son reiteradamente omitidos los acápites correspondientes a los derechos y libertades fundamentales.
Tan ocupado estuvo el señor Ortiz en cantar loas al gobierno cubano y de paso proteger sus estatus y privilegios que no tuvo tiempo en seis años de asomarse a las muchas comunidades que muy cerca de su residencia sobreviven en precarias condiciones y donde los niños son los más desfavorecidos.
El funcionario tampoco mostró sensibilidad por la situación de las muchas madres solteras que afrontan con sus hijos el duro vía crucis de la vida diaria ni por los niños discapacitados que quedaron inexplicablemente excluidos del Estudio medico-psico-social que exploró y cubrió las necesidades de este importante sector de la población en varios países del continente.
Uno de los hobbies del señor Ortiz en Cuba fue emitir sus valoraciones e intentar marcar pautas sobre la problemática racial en Cuba, demostrando una colonial vocación injerencista y un proverbial desconocimiento de la historia social de Cuba.
Agasajado por sus amigos y tal vez satisfecho por su gestión el señor Ortiz parte de Cuba posiblemente sin enterarse cuantos niños se han convertido en adultos sin haber probado la carne bovina, cuantos niños carecen de zapatos para asistir a la escuela, cuantas niñas se prostituyen en nuestras calles para conseguir los suyos o cuanto duele el triste espectáculo de la creciente prostitución juvenil masculina que ensombrece nuestra casi desmoronada capital.
Como me sobra el humanismo y la sensibilidad que a él le falta deseo sinceramente que a donde quiera que vaya su conciencia le permita dormir en paz y en nombre de los cubanos dignos que tuvimos el indeseado privilegio de conocerlo le digo hasta nunca pobre cómplice.
agosto 2012

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