Ayer vi la inauguración por televisión del Mundial de Fútbol en Brasil; gracias a Le Petit Journal, vi más del lado de la represión suscitada por la policía del gobierno de Dilma Rousseff frente a los manifestantes, que del mismo espectáculo.
¿El espectáculo? Más cheo no pudo haber sido. No entendí ni entiendo de qué va la canción de la brasileña, la nuyorriqueña y el cubanoamericano. Ni papa de la letra, ni yuca de la música. No es rap, tampoco es lambada, no es rumba, ni es bolero, ni es rock, y mucho menos samba. Es una especie de sambumbia estrepitosa que no vale dos quilos. Jennifer López, chula y salsosa como siempre, y Claudia Leitte no se quedó chiquita. Los trajes, demasiado cabareteros para un evento deportivo. Pitbull, bueno, ¿de qué iba vestido Pitbull? Nadie lo sabe y tampoco importa. Los twitteros no tardaron en compararlo con Voldemort.
En cuanto al partido, bueno, el árbitro japonés «entendió» que Brasil tenía que ganar costase lo que costase y que aunque los croatas jugaron como semidioses, los goles que hicieron ganar a los cariocas estuvieron regalados.
¿Tanto dinero para qué? Para ver un espectáculo mediocre, un juego transado y negociado de antemano seguramente, y a la policía rociándole gas lacrimógeno al rostro de los manifestantes y de los periodistas. Verdaderamente, la humanidad ha caído muy bajo. Salvajismo puro. Lo que trajo el barco.
Zoé Valdés.
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