Por Andrés R. Rodríguez. La cultura del espectáculo, como le llamó Vargas Llosa, también ha aupado y enriquecido al de bajo vuelo creativo: al entretenedor (entertainment), al envidioso Salieri trampeando al genial Mozart, al descriptivo insulso, al mediocre prolijo clasificador (que no puede ver el conjunto, pero tampoco deja que otros lo vean), al repetidor de rama estrecha que vuelve a describir su aldehuela o su sensorialidad, al narrador morboso […]

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